

¡Cuidado, se puede caer!
Cuidar niños y viejitos tiene su “ciencia”
Siempre será gratificante para quien extiende la mano, como para quien recibe la ayuda. Se establece una relación que se alimenta del amor, de las buenas acciones
Si algo caracteriza el amor de una madre, es que está lleno de pureza, sin interés, nace de lo más adentro; de allí que los niños se sientan tan identificados con mamá, con ese ser que está pendiente de lo que sea. Situación similar pasa con nuestros viejos, después que lo han dado todo por nosotros, no queda más que corresponder a esa entrega, a ese cariño, con amor, ayudarles a pasar sus últimos años en el mejor ambiente de tranquilidad, brindándole calidad de vida, días placenteros. Y así como cuando éramos niños ellos que nos dieron todo, ayudaron a crecer, caminar, nos alimentaron, ahora nos toca a nosotros devolverle esos desvelos, con amor, cariño y entrega. Evitando que no les pase nada, que no les falte nada. Que no vayan a caerse y una fractura les complique los últimos años; evitarles ese dolor es parte de nuestra preocupación; cosa que se va a acrecentando a medida que sus capacidades motoras van disminuyendo.

Dedicarse al cuido de los pequeños, entregarse a esa criatura, ingenua, bonita, cuidar ese tesoro, seguir dándole calor humano, calor de madre. Buscar las maneras de llenar sus expectativas, verlo crecer, pronunciar sus primeras palabras, alimentarlo, bañarlo, estar pendiente de sus medicinas, que no se enferme, que no les falte la ropita, los pañales, educarlo, es un trabajón, es parte de nuestra tarea como padres, como familiar y ciudadano. Cuando somos niños ni nos percatamos de esa ardua tarea, de lo que significan los desvelos, esos trasnochos y preocupaciones por nosotros. Ya en la etapa adulta, cuando hemos crecido un poco, es que muchos entendemos lo que han hecho por nosotros.
Cuidar a los niños, es similar a cuidar a los viejitos, a los bien pasaditos de edad, con la diferencia, como dice mi hermana, que a los padres uno no les puede dar una nalgada, pero a los niños si, y obligarlos a sentarlos, incitarles a comer, mandarlos a bañar y a dormir. Pero a los padres, a nuestros viejos, cuesta mucho regañarlos y obligarlos a hacer las cosas que no quieren, aunque hay que buscar las maneras de que entiendan que tanto en los niños, como en los mayores, es por su bien. Jamás queremos lo malo para nuestros hijos, y mucho menos para nuestros padres, nuestros abuelos.
Es una lucha diaria. Atender las exigencias del niño, de los pequeños, evitar que se den un golpe, descubrir que hay detrás del llanto, detrás de los gritos, en su incomodidad, de esa cara triste y de su pasividad, máxime cuando es un niño inquieto. Evitar que la pase mal, se caigan, tenga un golpe, una fractura, cambiarlos a tiempo, darles sus medicinas, recordarles y enseñarles como deben actuar, son parte de esa labor “científica”, que solo quienes entregan amor, desprendimiento, saben cumplirla muy bien.
En muchos casos los familiares del pequeño se preguntan, y afirman: pero mira se la lleva bien con fulano, entiende a mengano, le hace caso a Pedro; porque ellos supieron interpretar sus inquietudes, se llenaron de paciencia para brindarle lo que el pequeño quería en su momento. Así pasa con los viejos, espera que venga la persona, ya tú vas a ver que cuando esté aquí, frente a él, lo va a hacer. Es algo especial, es una entrega maravillosa la que se da entre quienes atienden a los niños y quienes atienden a las personas de tercera edad, a nuestros viejos. Siempre habrá un color, un juguete, una situación, una comida, ropa, una persona, con quien se identifique, con quien se la lleva bien, con quien está a gusto.
Los dos son tremendos, “no hay niño bueno”, en el sentido metafórico de la palabra, son muy inquietos, exigentes, y a los cuales nos provoca siempre cumplirle, por muy difícil que parezca lo que solicitan, siempre nos dará ganas, de cumplirle, de “rendirnos a sus pies”, así pasa con nuestros viejos, cuando solicitan algo, quisiéramos “tener todo el poder”, para lograrlo, para brindárselo lo más rápido posible. Ellos, nuestros viejos también logran a hacer “travesuras”, que nos llevan a afirmar así sería de tremendo cuando joven; actos, gestos, respuestas que nos “desarman”, y nos hacen reír, y entender que valió la pena estar a su lado.
Caída en los viejos
Una caída en las personas de tercera edad puede representar:
Fractura de cadera: Es una de las más graves que pueden ocurrir en la tercera edad, puesto que el fémur puede verse seriamente afectado y así complicar seriamente la movilidad en un futuro. De acuerdo con la gravedad de la caída, puede necesitar de una cirugía.
Fractura en extremidades superiores: En esta zona del cuerpo se fractura con más frecuencia, el húmero (brazo), el radio y el cúbito (antebrazo). Este tipo de fracturas causa deformidad, dolor, hinchazón y movimiento limitado de la extremidad
Fractura de columna: Ocurre cuando alguno de los huesos (vertebras) sufre traumas. Puede ocurrir por una caída o por las consecuencias de una enfermedad como osteoporosis o cáncer. Generalmente se presenta como un dolor agudo en el cuello, la espalda o la cintura y puede ser detectada por medio de una radiografía.
KA los niños les encanta correr, saltar, brincar y dar tumbos, por tanto los accidentes en la infancia son algo frecuente. Una mano mal apoyada, una caída o un golpe pueden dar lugar a una fractura de huesos.
Las fracturas más frecuentes en los niños son:
Fractura de antebrazo y codo: son las más frecuentes en la infancia por caídas sobre la mano.
Fractura de tobillo y tibia: puede presentarse al torcerse o doblarse el pie hacia arriba. Frecuentemente ocurren como consecuencia de una caída, un golpe, un accidente o la práctica de algún deporte.
Fractura de húmero: puede producirse en recién nacidos por un parto dificultoso. También la pueden presentar niños mayores por un golpe muy fuerte.
Fractura de clavícula: puede producirse durante el parto, especialmente en niños de gran tamaño o partos difíciles. Se resuelven sin secuelas. También se puede dar en los niños mayores por un golpe fuerte en el hombro.
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